Es relevante la importancia de construir comunidades inclusivas y diversas, en las que el sentido de pertenencia refleje la convivencia de diferentes culturas, religiones y lenguas. Reconocemos que la diversidad es una oportunidad para enriquecerse, pero también presenta desafíos como la exclusión y las desigualdades, por lo que es fundamental promover genuinos vínculos, contacto personal y narrativas que fortalezcan el tejido social basado en el respeto, la igualdad y la participación activa.
Asimismo, destacamos la importancia de formar a una ciudadanía crítica y libre, capaz de participar en la construcción del futuro local. Por eso, es necesario promover el pensamiento crítico ante discursos populistas, sectarismos, simplificaciones y manipulaciones en las redes sociales, que muchas veces difunden información falsa y tendenciosa. También queremos señalar que en internet, aunque todo parezca gratuito, en realidad pagamos con nuestros datos y atención, lo que influye en nuestras decisiones.
Por otra parte, la educación en creatividad ha sido infravalorada, a menudo vista sólo como algo de artistas, cuando en realidad es una capacidad innata de todos los seres humanos. Educar en creatividad implica desarrollar habilidades para generar ideas nuevas y valiosas que puedan transformar y promover cambios en distintos ámbitos. La capacidad de crear e innovar es esencial para afrontar los retos futuros de las ciudades, por lo que es crucial atender a las necesidades culturales y educativas de la ciudadanía, promoviendo programas que fortalezcan sus capacidades creativas y, así, fortalecer el capital social.
La construcción de la ciudad/comunidad en contextos cada vez más complejos.
La construcción de un “NOSOTROS” inclusivo y abierto que defina el sentimiento de pertenencia libre a la ciudad.
La ciudad de todos.
Nuestras ciudades tienen ahora una mayor diversidad que la que podíamos observar hace veinte años. En estas dos últimas décadas, éste ha sido uno de los elementos más relevantes en cuanto a la transformación que se ha producido en los ámbitos urbanos. Ámbitos cada vez más diversos y plurales que, a su vez, son contenedores de muchas comunidades: culturales, religiosas, lingüísticas… Esta diversidad es una puerta abierta a grandes oportunidades y generadora de una gran riqueza, pero también es generadora de una gran complejidad. Y puede serlo también de procesos de exclusión.
A su vez, la vida comunitaria no está exenta de tensiones y conflictos; saber abordarlos y encontrar cauces de diálogo es crucial para el establecimiento de acuerdos que pueden mejorar la convivencia ciudadana. En este sentido, el conflicto puede convertirse en una herramienta de construcción de comunidad.
Uno de los retos que debemos afrontar los gobiernos locales es cómo, desde el respeto a cada comunidad constitutiva, construimos el “NOSOTROS COMÚN”, inclusivo y abierto, lo que nos hace sentir que formamos parte de una comunidad donde cabemos todas y todos, que es la ciudad. Una comunidad de la que formamos parte a través de vínculos que construimos desde la libertad. Donde el individuo puede desarrollar su esencia, en armonía con la vida comunitaria.
Necesitamos conocer y reconocer a los demás. Tener contacto y establecer vínculos justamente con aquellos que no son como nosotros, con aquellos que piensan o creen diferente a cómo nosotros lo hacemos. En un mundo interconectadísimo a través de las tecnologías, podemos observar, en cambio, que falta más que nunca el contacto personal con las personas físicas, la presencia.
Por otra parte, las desigualdades crecen de forma desmedida. Desigualdades generadoras de exclusión que reclaman políticas que las reconozcan y sobre todo actúen para reducirlas.
En nuestros municipios están presentes los conflictos de identidad. Y en contra de quienes predican sobre las identidades múltiples y sus virtudes, algunos lo hacen sobre los esencialismos identitarios. Algunos actúan a favor del mestizaje, mientras que otros lo hacen en sentido opuesto, para preservar la “pureza de la esencia original”.
Todo lo que hasta ahora hemos mencionado confluye en el “derecho en la ciudad” de cualquier persona y colectivo. Un derecho que David Harvey considera que no es simplemente el derecho de acceso a lo que ya existe, sino el derecho a cambiarlo a partir de nuestros anhelos más profundos.
En estos “nuevos” escenarios necesariamente conservaremos las viejas tradiciones y los viejos mitos, pero quizá sea hora de, juntos, pensar que debemos construir nuevas narrativas que nos representen a todos y todas y que nos permitan crear tejido comunitario.
Por eso, hacemos un llamamiento a los municipios miembros de la AICE ya aquellos otros que quieran unirse a ellos, para que nos compartan sus experiencias sobre este eje, concretamente:
Acciones que favorezcan el diálogo intercultural, que creen espacios de diálogo y conversación entre distintas comunidades culturales, religiosas y lingüísticas.
Iniciativas que construyan un "Nosotros". Experiencias que contribuyan a construir un sentido de comunidad inclusiva, donde se reconozcan y respeten las diferencias, fomentando un sentimiento de pertenencia compartida.
Proyectos en los que se celebre la diversidad y la pluralidad, mostrando cómo estas características enriquecen la vida urbana y contribuyen a la identidad de la ciudad.
Experiencias educativas y culturales que aborden y busquen reducir las desigualdades y procesos de exclusión y segregación, promoviendo políticas y acciones que beneficien al conjunto de la comunidad.
Experiencias que faciliten el contacto personal y la interacción física entre individuos de distintos orígenes, contrarrestando la deshumanización que puede surgir en un mundo digitalizado.
Propuestas que tengan en cuenta la diversidad cultural e inviten a la reflexión sobre los conflictos de identidad, promoviendo un enfoque que valore tanto las identidades múltiples como la necesidad de un tejido comunitario cohesionado, en el que se refuerce el sentimiento de pertenencia.
Intervenciones que aborden el concepto del “derecho en la ciudad”, permitiendo que la ciudadanía participe activamente en la transformación de su entorno urbano.
Programas/proyectos que busquen crear nuevos mitos y narrativas que representen a todas las comunidades, contribuyendo a la construcción de una identidad colectiva más rica y diversa.
El desarrollo de una ciudadanía crítica y libre para participar en la construcción del futuro local. Formación y promoción del PENSAMIENTO CRÍTICO para adquirir herramientas contra los sectarismos, los discursos populistas, las simplificaciones y manipulaciones informativas.
Observamos de forma sorprendente el crecimiento de movimientos que cuestionan la evidencia científica. Cada vez existen más seguidores de teorías estrafalarias, a veces de peligrosas actitudes, como el movimiento antivacunas o “sorprendentes e ingenuas” como los terraplanistas, por ejemplo. En ocasiones, parece que la Ilustración no hubiera existido, que volvamos a los tiempos del oscurantismo.
En un artículo reciente, la directora del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, Judit Carreras, citaba a Kant, y recordaba las tres preguntas: ¿Qué puedo saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Y apuntaba, trescientos años después, que conocimiento, acción y esperanza son el legado ilustrado sobre el que pensar críticamente el presente, aprender de las heridas del pasado y reinventar un mundo que ha dejado de creer en el futuro.
Seguía exponiendo que las bases de este futuro deben ser la creatividad, la imaginación, reforzar solidaridades políticas y afectivas y pensar críticamente. Necesitamos hacerlo porque estamos en un momento de extrema polarización ideológica de nuestras sociedades. Convicciones, actitudes y convencidos acríticos que hacen que muchas personas se identifiquen de forma absoluta con un grupo determinado y que no cuestionen ninguna de sus decisiones o actuaciones. Grupos que cada vez tienen más relevancia en nuestras sociedades y que actúan de forma cada vez más sectaria.
Otra cuestión, que respalda esta nueva realidad, es la información publicada y la que se difunde a través de las redes sociales. Una información que nos agobia, que no podemos digerir, y que nos llega dirigida y cargada de simplificaciones, manipulaciones y falsedades. Con unos medios cada vez menos libres, que más actúan como palancas al servicio de intereses económicos, y que presentan algunos sesgos peligrosos, como la invisibilidad de determinados colectivos y la omnipresencia de otros.
Aparentemente todo lo que tenemos en internet es gratuito. Navegamos sin coste alguno, pero pagamos el precio de los algoritmos que van personalizando los estímulos comerciales que recibimos. Y no sólo comerciales.
Debemos promover una ciudadanía libre y responsable por ser, no sólo consumidores o clientes, sino ciudadanos y ciudadanas activos/as que toman parte y participan en la construcción del presente y futuro de nuestras ciudades.
Por eso, hacemos un llamamiento a los municipios miembros de la AICE ya aquellos otros que quieran unirse a ellos, para que nos compartan sus experiencias sobre este eje, concretamente:
Experiencias que promuevan el pensamiento crítico y la reflexión sobre la información que consumimos, ayudando a la ciudadanía a cuestionar y analizar las fuentes de conocimiento.
Proyectos que aborden el fenómeno de la desinformación en las redes sociales y medios de comunicación, que eduquen sobre el método científico, la importancia de la evidencia y en cómo discernir entre información veraz y teorías infundadas.
Creación de programas que analicen el impacto de las tecnologías digitales en nuestras vidas, discutiendo tanto sus beneficios como sus riesgos.
Experiencias que den voz a distintos colectivos, especialmente aquellos que suelen ser invisibilizados.
Iniciativas que formen en la participación activa, promoviendo espacios de diálogo donde las personas puedan expresar sus ideas, escuchar diferentes puntos de vista y aprender a argumentar de forma respetuosa y fundamentada.
Proyectos que inviten a la ciudadanía a colaborar en iniciativas de transformación urbana, educativa, cultural, etc., que requieran análisis, evaluación de opciones y toma de decisiones fundamentadas, de cara a fortalecer su capacidad crítico-analítica y con ello la democracia local.
Iniciativas de resolución de conflictos sociales, mediación comunitaria y fomento de una cultura de paz a través del diálogo.
Proyectos que refuercen la democracia participativa y la construcción colectiva de la ciudad.
El desarrollo de una ciudadanía creativa que promueva nuevas sensibilidades, estrategias y herramientas para afrontar los retos de su sociedad.
La educación hacia la creatividad siempre ha sido bastante devaluada por los sistemas educativos y la sociedad en general. Ha habido siempre un malentendido sentido utilitarista del hecho educativo.
También ha existido una confusión conceptual de los términos innovación y creatividad. Y se ha simplificado en la idea de que la creatividad es "lo de los artistas", como si esta capacidad no fuera propia de los seres humanos. Educar es precisamente generar capacidades, una de ellas la creatividad.
Angélica Sátiro, pedagoga y especialista en ciudadanía creativa, considera que crear es generar nuevas y mejores ideas. Ideas que pueden ser aplicadas en varios campos a través de distintos lenguajes. Y esas ideas con valor son las que transforman y promueven cambios. La capacidad de crear y de innovar es necesaria para afrontar los retos de futuro de nuestras ciudades, cada vez más complejos.
Entendemos que para generar capital social es imprescindible desarrollar la capacidad creativa de la ciudadanía. Por eso, es absolutamente imprescindible atender sus necesidades culturales y educativas y promover programas para su desarrollo. Un buen tejido social y creativo supone una buena base para dar respuesta a los actuales desafíos.
Por eso, hacemos un llamamiento a los municipios miembros de la AICE ya aquellos otros que quieran unirse a ellos, para que nos compartan sus experiencias sobre este eje, concretamente:
Ejemplos de iniciativas educativas exitosas que hayan integrado la creatividad en sus programas.
Modelos de educación transformadora que combinen creatividad e innovación en distintos contextos, como en proyectos comunitarios, tecnológicos o culturales.
Proyectos que fomenten la creatividad ciudadana: talleres, actividades y programas que permitan a la ciudadanía explorar y desarrollar su potencial creativo.
Eventos culturales o talleres donde la ciudadanía pueda expresarse creativamente, reflexionar sobre su entorno y proponer ideas innovadoras a través del arte, la música, el teatro o la escritura.
Plataformas o espacios colaborativos que faciliten el intercambio de conocimientos, experiencias y buenas prácticas, fortaleciendo la creatividad colectiva.
Iniciativas de cocreación entre la ciudadanía y los centros culturales del municipio, donde artistas, jóvenes y personas adultas puedan expresarse, experimentar y compartir sus ideas creativas.
Experiencias educativas y culturales dirigidas a dar respuesta a desafíos creativos que utilicen la tecnología y las redes sociales para compartir ideas, colaborar en proyectos y participar.